Hola a todos,
hace unos días volví de mis vacaciones de marzo en Sabah, una de las regiones de la isla de Borneo que pertenecen a Malasia.
Borneo es una isla (la tercera más grande del mundo) situada en el sudeste asiático. Hasta hace unos 50 años, casi toda estaba cubierta por selva húmeda, aunque está desapareciendo poco a poco. El hecho de ser una isla con una cantidad de endemismos increíble (especies que sólo hay allí), haber selvas vírgenes, y que muchas especies están desapareciendo, hace que todo el mundo que le guste la flora y fauna salvaje sueñe con visitarla.
Ya que me iba solo, tenía la oportunidad a organizar el viaje como quisiera. Esto quería decir que podía ir allí e ir decidiendo sobre la marcha lo que quería hacer según me apeteciera, y también que podía dedicarme a ver bichos todo tiempo que quisiera sin "cansinear" a nadie.
Me decidí por ir al Río Kinabatangan. Este río es una zona protegida que hace de corredor ecológico entre distintas zonas de selva. Ya que a los alrededores del río la franja de selva es estrecha y los animales la usan para pasar de unas zonas a otras, sería el lugar perfecto para ver orangutanes y otros primates, así como aves (metido en la jungla es más difícil ver pájaros). Contacté con un campamento en la jungla, y reservé 3 días allí. Después, podría decidir lo que hacer con el resto de mis vacaciones en la zona.
Así pues aterricé en el aeropuerto de Sandakan y me dirigí a un punto donde me recogerían los del campamento. Éramos 7 turistas los que pasaríamos allí metidos los 3 días. Tras dos horas y media de viaje en furgoneta, llegamos a un poblado pescador donde nos llevarían en barca al campamento en unos 40 minutos. Este poblado es de musulmanes bastante estrictos, por lo que pidieron a las chicas que se taparan las zonas indecentes como hombros y rodillas.
El campamento era bastante básico, sin agua corriente ni nada de eso. Usábamos el agua del río decantada (esperando a que la tierra se posara en el fondo de los barriles), para ducharnos y hacer nuestras necesidades. Un sitio con mucho encanto.
En medio de la selva salen bichos por todos los lados, así que es bastante incómodo vivir en general, incluso por la noche era difícil dormir debido al ruido de monos, pájaros, ranas, etc. Aparte, se oía el ruido de las ratas y monos rebuscando en nuestras mochilas.
El día de la llegada ya salimos a nuestro primer "safari" en barca. Recorríamos el río observando las orillas en busca de pájaros, primates, reptiles, etc. Ya en esta primera salida tuve la suerte de ver varias especies de tocos (como tucanes), y varios primates, entre ellos, un gibón de borneo (especie difícil de ver que sólo existe en esta región).
Gibón de Borneo:
Macho y hembra de toco negro:
Macaco de cola larga, de los que me intentaban robar comida por la noche:
Varano:
Por la mañana nos levantábamos a las 5 y media o las 6 para hacer las primeras rutas en barca para observar aves, primates y reptiles.
Por la mañana hacíamos paseos por la selva, para observar insectos, arañas, plantas, etc. El guía también nos hablaba sobre la selva en general.
Encontramos un nido de orangután el lo alto de un árbol en una de estas salidas. Los orangutanes pueden construir varios al día, pero sólo usan uno de ellos para pasar la noche.
Al atardecer, otra salida en barca. A esta hora, aparte de las aves, estaban muy activos los monos narigudos, así que tuvimos la oportunidad de ver un montón, y de bastante cerca.
La vida en este campamento era muy entretenida. Por las mañanas, después del desayuno jugamos a fútbol y a badmington (casi el deporte nacional). También probé el voley-pié, aunque era malísimo. Una de estas mañanas, me quedé jugando yo con otros 9 chavales malayos. Al terminar el partido, ellos siempre se pegaban un chapuzón en el río. Para los turistas esto es algo prohibido, por el riesgo de cocodrilos, pero ese día hicieron una excepción y, después de que los más pequeños se tiraran, asegurándose de que no habían troncos con los que golpearse, me tiré al río Kinabatangan. Inolvidable!
Las comidas en el campamento eran riquísimas. Todas tradicionales de Borneo, las cocinaban en una especie de wok con fuego muy vivo. Una de las noches el cocinero nos dio una clase de cocina.
Después de cenar, los locales que vivían en el campamento bebían cervezas y cantaban canciones.
A pesar de lo bien que me lo estaba pasando y todas las especies que estaba viendo, pasaron los 3 días y todavía no había visto ningún orangután. Mi objetivo principal en Borneo era ver orangutanes e intentar ver elefantes pigmeos. Observar orangutanes es cuestión de suerte. En aquella zona se podían observar una o dos veces a la semana. Pero podía ocurrir que no vieran ninguno en un par de semanas. Con los elefantes es algo diferente. Son migrantes, así que se mueven a lo largo del río según la época del año. Por lo que me dijeron en el campamento, en esa época no se encontraban por la zona. Decidí entonces irme a otro campamento en la selva, a alguna zona en la que hubiera alguna posibilidad de ver elefantes. Lo comenté con uno de los guías y, empezó a hacer un montón de llamadas. Habló con alguna persona que le dijo que habían visto cruzar elefantes en una zona a unos 150km de allí. Siguió haciendo llamadas y me enseñó un campamento barato que se encontraba por la zona donde se encontraba este grupo de elefantes. Me dijo una y otra vez que, en ningún caso, el ir allí me aseguraría el encuentro, pero yo no perdía nada, y tendría unos días más en la selva para ver orangutanes.
Así pues, el día que salí del primer campamento me dirigí a la ciudad más cercana, a unas 2 horas y media de viaje. Cerca de allí se encontraba una reserva de selva en la que tienen un programa de recuperación de orangutanes. Al menos podría ver orangutanes en semi libertad, en caso de no ver ya ninguno en libertad.
Este centro (Sepilok Orangutan Center) me encantó. El entorno era espectacular y tienen unas plataformas desde donde observar a los orangutanes que se acercan a comer (dos veces al día). En este centro adoptan a orangutanes huérfanos o heridos. Los mantienen en cautividad hasta que mejoran y los sueltan en la reserva. Éstos pueden estar semanas o años volviendo a la zona de alimentación, hasta que algún día se adentrarán para siempre en lo profundo de la selva (aunque algunos nunca lo hacen).
Esa noche la pasé en un albergue, donde pude dormir en una cama decente y pegarme una buena ducha. Al día siguiente me acerqué a una agencia de viajes de aventura en la ciudad, y les hablé del campamento al que quería ir. En dos horas había una furgoneta lista para llevarme de nuevo a la selva.
En unas horas más, me encontraba de nuevo en un campamento de selva a las orillas del río (esta vez en la parte baja). Este nuevo campamento, a pesar de ser igual de barato, era bastante más "lujoso" que el anterior (con camas y luz, pero sin agua corriente, claro), aunque también tenía la pega de no ser un lugar tan virgen, ya que había por allí algunos pequeños poblados de pescadores.
Cuando llegué pregunté, antes que nada, por los elefantes. Me llevé una gran alegría cuando me dijeron que sí: un grupo de elefantes andaba cerca. De hecho, uno de ellos había tocado la valla eléctrica del campamento la noche anterior, así que estaban muy, pero que muy cerca. Me di cuenta entonces que lo de la valla eléctrica era una gran idea, ya que los elefantes salvajes son bastante peligrosos. De hecho, hacía unos meses había muerto una turista australiana en la zona, embestida por uno de ellos. La mala noticia era que todas las rutas a pie por la selva estaban totalmente canceladas por los próximos días, aunque no me importó, porque existía la posibilidad de verles desde los botes.
Nada más llegar ya nos llevaron (esta vez éramos como 10 viajeros) ya de safari con el bote. A los 20 minutos ya había divisado un cocodrilo de agua salada, otro bicho interesante de observar (y que estaba en la lista de objetivos secundarios). Era el presagio de unos días de observaciones increíbles.
Volvimos a salir al atardecer. Vimos unos cuantos primates, también monos narigudos y algunas aves, entre ellas algunas águilas que todavía no había visto. De repente, el guía de la barca, que era increíblemente bueno encontrando bichos, dio un giro a la barca y se dirigió hacia la otra orilla del río. Había visto un orangután. Nos acercamos y observamos el árbol que nos indicó, pero sólo conseguimos ver una sombra moverse entre densas ramas alejándose hacia lo profundo del bosque. "Esta es la historia que contaré sobre los orangutanes cuando llegue a casa", pensé.
Las pulsaciones no llegarían a bajarme del todo, ya que, al minuto, el guía volvía a girar el bote y dirigirse a toda prisa hacia otra zona. Armado con los prismáticos y mirando hacia donde apuntaba la punta del barco, pude ver una gran sombra gris entre los árboles. Habíamos encontrado a los elefantes pigmeos de Borneo.
Las pulsaciones no llegarían a bajarme del todo, ya que, al minuto, el guía volvía a girar el bote y dirigirse a toda prisa hacia otra zona. Armado con los prismáticos y mirando hacia donde apuntaba la punta del barco, pude ver una gran sombra gris entre los árboles. Habíamos encontrado a los elefantes pigmeos de Borneo.
Fue un momento mágico. Primero vimos uno, después otro, y otro. Había decenas. El guía nos dijo que este grupo podía ser uno de los más grandes que se encuentran en esa zona de borneo, de unos 100 individuos.
Estuvimos al menos una hora observándoles y haciéndoles fotos. El guía estuvo explicándonos como reconocer a las hembras y la edad aproximada. Estaban allí tan tranquilos con nosotros a unos metros. Lo que me sorprendió es el desastre de dejan a su paso de ramas arrancadas y árboles derribados.
Los días siguientes seguimos con los safaris por el río (3 o 4 al día), ya que no podíamos salir a pié del campamento. Vimos un montón de especies de aves y de reptiles. También nos llevaron a unos lagos que se conectan con el río. Espectacular.
Ya sólo quedaban un par de salidas y todavía no había visto ningún orangután. El guía ya sabía que yo estaba aquí sólo por ellos, así que se esforzaba al máximo en cada salida para encontrar alguno. En una de estas, vi como le cambiaba la cara por completo, y aceleraba la barca sin soltar los prismáticos. Allí estaba. Un bulto negro entre las ramas que al ir acercándonos iba tomando la forma de un oragután. Había decidido que si veía alguno no iba a perderme el momento por hacerle fotos. Así que estuve un par de minutos observándole. Allí estaba a unos 30 metros comiendo del árbol tan tranquilo, sin hacernos ningún caso. Después de este tiempo no pude resistirlo más y me puse a hacerle fotos como un loco.
Se trataba de un macho adulto (aunque de poca edad). Son seres solitarios cuando son adultos, juntándose solo para aparearse. Sus lentos movimientos eran casi humanos, así como su expresión. Todos en la barca estábamos en silencio. Cuando ves a un orangután comprendes inmediatamente el por qué de su nombre (orangután significa literalmente, en malayo, "hombre del bosque"). Al cabo de 5 minutos, decidió marcharse sin inquietarse por nuestra presencia. Nunca sabré si había visto a personas anteriormente o si alguien lo volvería a ver algún día. Probablemente no.
pd: se me ha alargado un poco el post, seguiré con el resto del viaje en el siguiente